Un viaje trepidante

Dic 20, 2021 | 0 Comentarios

«Si yo fuera por un pasillo oscuro toda mi vida y de repente en su final hallara una tenue luz, la perseguiría hasta el fin de mis días» K. M

Llevo semanas pensando en como debía iniciar el primer post de mi diario y al final me he decidido a hacerlo con una frase de la última novela que estoy escribiendo. Esta frase es de uno de los personajes que más me está sorprendiendo. Un personaje que podía haber seguido un camino similar a aquel al que están destinados los antagonistas, un camino lleno de oscuridad y cuyo papel en la historia típicamente es hacerle la vida imposible a nuestro protagonista.

«Lo típico no es lo mío»

Podríamos decir que es un pensamiento recurrente en mi mente a la hora de desarrollar cualquier personaje en una historia. Y eso fue lo mismo que me ocurrió con mi recién publicada novela «En la Sombra del Tiempo». Por ello me gustaría referirme al proceso de escritura de esta novela. 

Primero: llegar hasta aquí no ha sido nada fácil. Tres libros y un año y medio de escritura fue el tiempo que me tomó escribir está novela. No un mes, noviembre a diciembre del 2020. Exactamente un año y medio, hasta el seis de diciembre de 2020. ¿Por qué digo esto? Porque esta novela es fruto de todo el tiempo anterior invertido. No es fruto del azar. Es fruto de la dedicación. De tres novelas previas que tienen nombre propio. Nombre que le dan su protagonismo porque son las primeras. Aquellas que te muestran el error para llegar al acierto. «Son la lección, para hacer una elección», como diría Landon Haywood.

Segundo: en éste último año y medio he sido capaz de alcanzar el método de escritura que mejor me funciona a la hora de desarrollar una historia. Este empieza por una idea, que poco a poco en mi mente se va abriendo a escenas, rostros y una vez sobre papel se traducen en más que eso. Siempre deben ser más que palabras, incluso palabras que suenan bonito. Deben tener un sentido, conectar con un propósito, el de tus protagonistas.

Y tercero,

«sabes que lo tienes cuando tus personajes cobran vida»

Ese es el momento exacto. El momento en el que descubres que no eres tú escribiendo pensamientos que te pasan por la cabeza. Es ahí cuando alcanzan una tercera dimensión. Pasan de ser una idea (surge en una dimensión desconocida), pensamiento (la idea adquiere una segunda dimensión), pero todavía no existe, no porque solo vive en ti. Encerrada en el miedo del escritor.

«¿Será realmente buena esta idea?»

En este punto me ocurren dos cosas. Uno, sobreanalizo esa idea. ¿Cómo es posible que haya tenido una idea a toda vista interesante, única, porque ha nacido de mi, y sea incapaz de ver más allá?

Este sobreanálisis empieza con la intención de tenerlo todo resuelto ya: Proceso mental: IDEA=HISTORIA. Pero IDEA≠HISTORIA.

IDEA = MILLONES DE POSIBILIDADES 

Dos: «millones de posibilidades». Donde no existen barreras ni límites en mi mente, ahí nace la historia. Donde los personajes empiezan a hablar. Se convierte en su historia. Aparto mi yo, para que sea el suyo el que escucho con fuerza cada vez que escribo sus pensamientos.

«Desaparezco de la ecuación, y son ellos quienes toman el control».

Y en ese momento me doy cuenta que ya no me pertenece. La historia es de ellos y de quienes pasan sus hojas para contagiarse de las mismas emociones que sus protagonistas me han transmitido a mi. 


  

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